¿ES LA POBREZA UNA BENDICION O UNA MALDICION?




LA CONTINUA INSUFICIENCIA ECONOMICA


Dos frases relacionadas en Deuteronomio 28 son: Maldita tu canasta y tu artesa de amasar (17); Y No serás prosperado en tus caminos o fracasarás en todo lo que emprendas (29).
Sin embargo, todo el poder de esta maldición aparece presentado más gráficamente en los versículos 47-48: "Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas la cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviará Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas"
Moisés presenta aquí la alternativa de dos opuestos. El versículo 47 describe la voluntad de Dios para con su pueblo obediente: "Servir al Señor con gozo y alegría de corazón, por la abundancia de todas las cosas. " 
 
El versículo 48 describe la maldición que vendrá sobre el pueblo de Dios si son desobedientes: "servirás a tus enemigos, que Dios enviará contra ti, con hambre, sed y desnudez, y con falta de todas las cosas". Considere lo que se describe en este versículo: hambre, sed, desnudez y necesidad de todas las cosas. Combina los cuatro elementos todos en una situación, y el resultado puede definirse en una sola frase: "pobreza absoluta".



Tomados en conjunto, los versículos 47 y 48 apuntan a una simple conclusión: la prosperidad es una bendición, y la pobreza, una maldición.
A través de los siglos, sin embargo, se ha extendido la tradición dentro de la Iglesia cristiana que la pobreza es una bendición. Ciertamente Dios tiene gran compasión por los pobres, y los cristianos deben tener la misma actitud y estar dispuestos a hacer grandes sacrificios personales en favor de ellos. Pero la Escritura jamás sugiere que Dios "inflige" la pobreza como una bendición sobre su pueblo creyente. 
 
Al respecto, la revelación del Nuevo Testamento armoniza con la del Antiguo.
En 2 Corintios 9:8 Pablo resume la abundancia de la provisión de Dios para los cristianos:
"y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, afin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra."

En este sucinto párrafo Pablo dobla y redobla las palabras para resaltar la generosidad de la provisión de Dios para su pueblo. El verbo "abundar" aparece dos veces. La palabra "todo" -o su equivalente- aparece cinco veces: "toda" gracia... "siempre" ... "todas" las cosas "todo" lo suficiente...
"toda" buena obra. Tal es la medida de la provisión de Dios.

Eso transciende la mera suficiencia y nos eleva a un nivel de abundancia, donde tenemos algo sobre y por encima de nuestra propia necesidad y podemos ministrar a las necesidades de otros.
No sería bíblico, sin embargo, interpretar la pobreza y la abundancia como normas materialistas de la civilización occidental contemporánea. En Juan 6:38 Jesús revela la motivación de su vida sobre la tierra: "Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió." La motivación del discípulo tiene que ser la misma de su maestro: "hacer la voluntad de Dios".
Es desde esta perspectiva que se definen la "pobreza" y la "abundancia". La pobreza es tener menos de todo lo necesario para hacer la voluntad de Dios en su vida. Mientras mayor sea la brecha entre lo que uno necesita y lo que tiene, tanto mayor es el grado de pobreza. La abundancia, por otro lado,
es tener todo lo necesario para hacer la voluntad de Dios... y algo más para dar a los demás. Dios no nos proporciona abundancia para que la despilfarremos en satisfacer nuestros deseos carnales, sino "para toda buena obra", o sea, para compartir con otros las bendiciones de la gracia que han enriquecido nuestra vida.

Cuando la pobreza y la abundancia se interpretan de esta manera, se deduce que no hay una norma absoluta que pueda aplicarse a todos los cristianos. La norma para cada creyente debe definirse con relación a "la voluntad de Dios para su vida".


Es necesario además clasificar estas conclusiones sobre la pobreza y la abundancia de dos modos. Primero, debemos reconocer que con toda seguridad se probará la fe necesaria para apropiarse de la abundancia de Dios. Habrá períodos cuando deberemos contentamos con las más imprescindibles necesidades. Tales períodos, sin embargo, debieran ser temporales. Una vez que nuestros motivos sean purificados y nuestra fe resista la prueba, Dios otorgará su abundancia hasta donde pueda confiar en nosotros que la usaremos para su gloria.

Segundo, debemos reconocer también que hay un nivel de riqueza más alto que el material. Cuando Moisés dio la espalda a la riqueza y el lujo de Egipto y se fue a vivir en un remoto paraje del desierto, el escritor de Hebreos dice que él tuvo "por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios" (Hebreos 11:26). Moisés no se decidió por la pobreza, sino que cambió las riquezas materiales por las de más alto valor.
De la misma manera hoy, hay una clase de cristiano que renuncia a la riqueza material deliberadamente a fin de servir a Dios en situaciones donde la riqueza le sería un estorbo.
Con frecuencia este es un requisito previo para identificarse con los pobres y oprimidos de la tierra.
En Proverbios,1~:7 Salomón compara a tales personas con otras cuya única riqueza es material: "Hay quienes pretenden ser ricos y no tienen nada,' y hay quienes pretenden ser pobres y tienen muchas riquezas"
 
También hay cristianos en nuestros días que están soportando aflicción y persecución por causa de Cristo. Pudieran estar privados de todo lo que podría describirse como riqueza material, pero en su lugar son herederos de una riqueza mucho más valiosa.
No obstante, esto no altera la naturaleza básica de persistencia de la pobreza material. Donde no es el resultado directo de un compromiso con Cristo, es normal que sea señal de una maldición, sea que afecte a un individuo, a una familia o a un grupo social mayor.


fuente: bendicion o maldicion - Derek Prince

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