El silbo apacible




El fuego que cayó del cielo y la lluvia que vino por la oración de Elías, no convencieron a Acab ni a Jezabel con respecto a la verdad. Esto nos enseña que los más portentosos milagros no llevan a la conversión a la gente que no quiere creer. La reina, enfurecida por la matanza de sus profetas, envió aviso al profeta de que pronto lo mataría, y el débil Acab no hizo nada para ponerle freno. Elías huyó para salvar su vida. No paró hasta alcanzar un lugar en el desierto situado al sur de la frontera con Judá. Allí, completamente desanimado, se sentó debajo de un enebro.

Estamos frente a un hombre "sujeto a pasiones semejantes a las nuestras" (Santiago 5:17). Después de estar en la cumbre de un triunfo brillante, cayó al valle de la desesperación. Todas sus luchas parecían carecer de significado permanente. La reina Jezabel mantenía el poder y, sin duda, el pueblo se volvería a la idolatría. La vida misma parecía inútil e intolerable; Elías quería morir. Pero Dios no procedió con apresuramiento ni severidad en el trato con su siervo.
Sabía que necesitaba descanso y renovación. Lo hizo dormir, y después le proveyó una comida que lo sostuvo milagrosamente por 40 días.


Elías viajó hasta Horeb, que es el mismo Sinaí. Allí Jehová se había manifestado a Moisés, y había hecho su pacto con Israel. Sin duda alguna, quería estar solo con Dios y saber por qué no produjeron buenos resultados el fuego y la lIuvia; quería renovar su fe en Jehová. No siempre podemos evitar las pruebas y las desilusiones, pero siempre podemos presentarlas al Señor y permanecer firmes hasta que El nos enseñe la respuesta (Habacuc 2:1). Es probable que la cueva donde se metió el profeta, fuera la "hendidura de la peña" en la cual Moisés vio la gloria de Jehová (Exodo 33:21-23).


Allí Dios le enseñó algunas lecciones admirables. Jehová no estaba en los elementos naturales más potentes: el viento huracanado, el terremoto y el fuego, los cuales concordaban bien con la naturaleza de Elías. Le habló en un suave susurro. Sin duda, quería enseñarle que gran parte de la labor espiritual no se realiza por lo sensacional y la manifestación externa del poder divino, sino mediante la suave voz de la Palabra obrando a través de la conciencia.



Fuente: Los libros Historicos - Pablo Hoff

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