DETRAS DE LA TORMENTA

Con su cruz en sus hombros, caminando hacia el monte de la Gólgota. Para las autoridades romanas solo un condenado, para los judíos un blasfemo opositor de su fría religión. Para Dios, el sacrificio redentor de la humanidad, su hijo amado pagando por todos, la victoria sobre el reino de las tinieblas, sobre la misma muerte.




¿Que sucedió en aquel monte, en esas oscuras y trágicas horas finales de aquellos condenados a la pena máxima? Para el mundo que los rodeaba eran solo malhechores que pagaban su merecido de la peor manera, pero, ¿a quien le importaba? ¡Algo habrán hecho! era la frase mas escuchada, "Tengo que seguir con mis asuntos... mañana ya nadie lo recordará." 

Mirándolo con nuestros ojos naturales solo podemos ver la derrota, la injusticia en su máxima expresión. Vemos la corrupción pasando delante de la cruz en cada escena, en cada minuto que pasa. Juego de azar para "heredar" sus vestiduras, las endurecida y ciega autoridad religiosa gritándole desaforadamente al mismo Dios todopoderoso.
Lo mismo podemos ver a nuestro alrededor, nuestra vida abatida por la perversidad de la sociedad, nuestro corazón lidiando día a día con nuestro temperamento presionado por la injusticia, nuestra moral siendo sometida por la envidia y el afán.
Nuestros pensamientos se van deslizando constantemente a tal punto de no encontrar el sentido de las cosas y aunque tengamos todo, no hayamos mas que un vacío interminable dentro nuestro.





Gracias a Dios no termina ahí la historia, porque aunque donde todos vieron muerte, Dios estaba dándonos vida eterna, donde todos vieron derrota, la muerte se postro delante del creador de todas las cosas, de aquel que por el poder de su Palabra subsiste todo.

Ese mismo poder sigue actuando hoy en nuestras vidas a través del Espíritu Santo, si san solo pidiéramos ver con ojos espirituales y entender los tiempos de Dios, encontraríamos victorias escondidas detrás de las derrotas, crecimiento espiritual detrás de las pruebas diarias que son para aprender y no para lamentarse ni quejarse, aunque cueste entenderlo.
Jesús no pidió que tomen su cruz y lo sigan para vivir en derrota, aunque tardaron en entenderlo, vivieron el fin de sus días propagando el mensaje de salvación por donde iban.
Cuando logramos entender, el Señor seca nuestras lagrimas y nos guía hacia el propósito que hay en nosotros.
Detrás de la tormenta de la hora tercera se encontraba el regalo mas grande. Llevar nuestra cruz nunca sera en vano.










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